LABERINTOS MAYAS
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EL EXODO DE CHICHÉN-ITZÁ



Blanca Flor,
bella entre las bellas
rayo de luna en los pétalos,
besos del aire perfumados.
Princesa maya
que a los caminantes
con agua fresca la sed secaba,
libertaba pájaros,
con mirarlos ¡sólo con mirarlos!.
Orgullo del reino.
En Chichén Itzá con quince
del atractivo viril Canek
sintió enamorarse el corazón.
Príncipe al que coronan reyes
del alma la princesa la joya es.
Aseguran que está a Ulil
prometida la bella flor,
los emisarios de Numac-Col
y los del mismo Ulil
que a la boda le invitan.
El brujo aconseja:
-no te la dejes quitar
que es a ti a quien ama-.
Ha hablado con sabiduría.
Se levantan palacios:
la historia en paredes pintadas,
para Ulil y la princesa...
Danzas sagradas festejan
las perlas que los ojos en Blanca,
-flor mustia se deshoja-
lloran opacando blancas aureolas.
El hijo de Serpiente Negra:
el gran Canek, invitado de honor
tarda demasiado en llegar...
Duerme y despierta
una y otra vez el sol,
obsequian a los novios
tapices tejidos con pedrerías,
ciervos cubiertos de joyas,
plumas de quetzal, oro,
tortugas gigantes,
pájaros de raros colores,
un libro del destino
al que una página le falta...
La definitiva, la que regirá
de su gente el futuro.
Las antorchas de tres lunas
la tierra han palidecido.
La ceremonia comienza.
Hasta que gritos itzaes
destejen el amor forzado
y Canek rapta a su amada,
arreboladas las mejillas
de amor trémulos huyen.
Mayapán y Uxhal
la afrenta vengarán:
¡el rey intruso pagará ofensa
con la muerte!, ¡con la muerte debe
la deuda que la vida asumió!.
El orgullo no quiere, no puede
al amor concederle treguas.
Y al amor doblegar la consigna...
No podrán: ¡vedlos!:
Canek y Blanca, dos reyes,
el éxodo del pueblo inician.
Chichén-Itzá vacía muda
deja en el seno fértil
de Yucatán la tibieza.
Fuerzas de Ulil
arrasan la tierra dolorida
y la afrenta el silencio contiene.
Canek y Blanca,
la bella entre las bellas,
del destierro voluntario
con su gente a la espalda,
del pasado de luto el entierro,
el amor cargado en la frente
dispara en la batalla que no fue
blancas alas heridas de palomas
que en la huella nueva
aromas de antiguos vuelos pierden.

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